Personajes

Alfonso Diez

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A la sombra de Antonieta

 

Andrés Henestrosa vivió sus primeros días en México en la casa de quien fue su mecenas, Antonieta Rivas Mercado. Dice Kathryn Skidmore Blair en su libro sobre la vida de su suegra, A la sombra del ángel, que Andrés no sabía hablar español, hablaba solamente zapoteco cuando lo acogió Antonieta en su casa de Héroes 45 en la colonia Guerrero.

Henestrosa acaba de morir, el pasado 10 de enero a los 101 años de edad y en pocos días más se cumplirán 77 años de la muerte de Antonieta, que se suicidó en la catedral de Notre Dame, en París, el 11 de febrero de 1931.

Durante varios años llegó a mi casa una publicación llamada El libro y el pueblo que dirigía precisamente Henestrosa y la asociación de ideas me llevaba a recordar a Antonieta, a la que comencé a admirar cuando conocí sus ensayos políticos.

Hace cinco o seis años me encontré con el admirado escritor en una librería “de viejo” de las calles de Donceles. No lo conocía en persona, pero en cuanto me vio me saludó: “Quiubo, ¿cómo estás?”. Seguramente no tenía ni idea de quién podía ser yo, pero con mi mirada fija en su persona al verlo llegar debo haberlo invitado a saludarme.

Por esos día se cumplía un aniversario más de la muerte de Antonieta y se convirtió en tema obligado de la breve plática. El la recordaba con cariño y apoyó hasta el final a José Vasconcelos durante la campaña de 1929 por la presidencia de la República. Antonieta y Vasconcelos fueron compañeros de andanzas sentimentales y políticas hasta el mismo día de Notre Dame.

Todo nos hacía recordar a Antonieta. Ella fue mecenas también del grupo conocido como Los Contemporáneos, del que formaban parte Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Salvador Novo y Manuel Rodríguez Lozano.

A propósito de Rodríguez Lozano, cuando comenzó a publicarse en 1988 la revista Revelación, escribí en ésta acerca de la relación del pintor con Antonieta y señalé que se decía que era homosexual y que por esa razón nunca le hizo caso a Antonieta, que estaba perdidamente enamorada de él. El subdirector (no estoy seguro del cargo) de la Escuela de Periodismo Carlos Septién, de pelo rizado y canoso, lentes gruesos, iba a colaborar con la revista y siempre llegaba a las oficinas de la misma acompañado por una jovencita que parecía ser su novia. Había sido invitado por Leopoldo Ayala Guevara, que era jefe de redacción de Revelación. Un día llegaron a dejar su colaboración y en cuanto se dieron cuenta que se mencionaba a Rodríguez Lozano como homosexual se retiraron indignados. No los volvimos a ver. La explicación que nos dio Leopoldo fue que la jovencita era pariente del pintor y se había ofendido por la referencia. Su novio, desde luego, se solidarizó con ella.

Le conté la anécdota a Henestrosa y reaccionó con un ataque de carcajadas: “pero si eso todo el mundo lo sabe…”, decía y lloraba de la risa y yo con él. Nos despedimos y tomamos rumbo en sentidos opuestos pero a los pocos minutos regresamos a la librería, a los dos se nos había olvidado preguntar por el libro que buscábamos.

He sabido de muchas anécdotas sobre Andrés Henestrosa, todas lo pintan como un hombre que gozaba la vida. Fue un verdadero ejemplo de superación, llegó a los quince años de edad a la Ciudad de México sin saber hablar español. Venía de Oaxaca, donde nació, en San Francisco Ixhuatán, el 30 de noviembre de 1906.

Llegó a los quince años de edad sin saber hablar español y se fue a los ciento uno… Todos sabemos cómo se fue.

 

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